lunes, 15 de marzo de 2021

La moral de Kant

LA MORAL DE KANT

Kant es un ilustrado de la segunda mitad del siglo XVIII.

Algunos de sus predecesores intentaron fundar una ciencia de objetos metaempíricos, que trascienden el espacio y el tiempo. Ciencia del Ser en sí, del alma, de Dios, de las fuentes ontológicas de la moral y de la acción: racionalismo dogmático que lleva los nombres de Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz; de Wolf sobre todo, discípulo de Leibniz y primer profesor de Kant.

Kant abrevó en este dogmatismo físico y metafísico. Pero despertó al leer a Hume y su penetrante crítica del conocimiento de la causalidad.

Esta crítica llevaba al escepticismo y comprometía no sólola metafísica y sus realidades trascendentales, sino también la física que pretende conocer necesidades fenomenales. Sólo subsiste válida la matemática.

Con las luces de la ciencia física y de la ciencia metafísica, es la moral la que amenazaba con arruinarse.

Kant resuelve emprender un examen crítico del valor de nuestra razón.

LAS PREGUNTAS DE KANT

La cuestión fundamental del valor y de los poderes legítimos de nuestra razón se ramifica en tres grandes problemas:

1) ¿Qué puedo saber?;
2) ¿Qué debo hacer?;
3) ¿Qué me está permitido esperar?.

La primera de estas preguntas es el objeto de la “Crítica de la razón pura”. Las dos últimas están tratadas en las obras tituladas "Fundamentación de la metafísica de las costumbres" y "Crítica de la razón práctica."

¿QUÉ PUEDO SABER?

Que nuestra razón pueda conocer está atestiguado por la existencia y el progreso de las ciencias, en particular la ciencia físico-matemática de Galileo y Newton.

¿Cómo es posible la ciencia?

La Critica de la razón pura hace la distinción esencial de una materia y de una forma.

La materia del conocimiento es aportada A la subjetividad.

La forma del conocimiento es aportada POR la subjetividad.

El conocimiento es posible mediante este aporte doble.

1°) La forma de nuestro conocimiento humano es racional. Nuestra razón cognoscente es una razón formal, una estructura de formas que son unificadas por la unidad trascendental del  “yo pienso”.

Esta estructura comprende:

a) Formas receptivas de la experiencia: formas trascendentales a priori de la sensibilidad. Espacio y Tiempo. Todo lo que nuestra razón recibirá bajo estas formas tendrá necesariamente formato espacio-temporal.

b) Formas constituyentes, trascendentales y a priori, constructoras de los objetos de la percepción. Estas son las categorías (o conceptos trascendentales a priori) y los principios (o juicios trascendentales a priori) del entendimiento puro. Las categorías del entendimiento puro estructuran las intuiciones sensibles; prolongamientos gracias a cuales su actividad podrá reunirlos, y subsumirlos, y que Kant llama esquemas de la imaginación pura a priori; esquema por los cuales se expresa una intención de dominio de las formas intelectuales sobre la materia sensible. Temas de la “Analítica trascendental”.

c) ideas trascendentales a priori de la razón: ideas reguladoras. Operan la unificación progresiva de nuestros conocimientos; son noumenos que estimulan nuestra actividad racional hacia la unidad del conocimiento. Estas son las ideas de: mundo, alma y Dios. Temas de la “Dialéctica transcendental".

Toda esta estructura racional está unificada por la Unidad trascendental del “Yo pienso”, del Sujeto pensante denominada “Unidad de la apercepción trascendental”. Dice Kant: “El Yo pienso debe poder acompañar todas mis representaciones pues de otra forma estaría representado en mí algo que no podría ser pensado”.

2°) La materia del conocimiento es sensible. Está dada en la intuición. Nuestros espíritus no tienen otras intuiciones que las intuiciones sensibles. Primero las intuiciones puras del espacio y del tiempo, intuiciones sensibles a priori; luego intuiciones empíricas aportadas a posteriori, por las sensaciones y recibidas por las formas a priori de la sensibilidad de la razón: espacio y tiempo. El espacio y el tiempo que son formas a priori, receptivas de todos los datos empíricos a posteriori, son al mismo tiempo materia intuitiva a priori preparada para el mordisco de las categorías del entendimiento.

¿Qué se sigue de ésto en cuanto a nuestro poder de conocer?

Nuestra ciencia estará necesariamente limitada al dominio de la experiencia espacio-temporal.

En estos límites nosotros tenemos: formas racionales para esclarecer y organizar las intuiciones sensibles e intuiciones sensibles para alimentar nuestras formas racionales. Sin estas intuiciones nuestras formas serían vacías; sin estas formas nuestras intuiciones permanecerían ciegas y dispersas.

Fuera de estos límites no estamos conformados para saber porque ninguna intuición está ofrecida a las formas de la razón que no es sino formal.

Sólo podemos conocer la realidad como fenómeno, pero no en tanto nóumeno.

No estamos en condiciones de conocer objetos trascendentales.

Esto no significa que ninguna metafísica nos permanezca inaccesible; podemos hablar legítimamente de una Metafísica de la naturaleza y de una Metafísica de las costumbres.

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

No podemos preguntárselo a una ciencia de objetos fenoménicos (problema de la libertad), ni a una imposible metafísica de trascendentes.

Son así excluidas las morales llamadas científicas y las teológicas. Kant explorará por el lado del Sujeto trascendental.

La tarea de esta metafísica de las costumbres es la de fundar en la razón trascendental las leyes de aquello que debe ser por libertad.

Antes de ser aplicada al hombre en particular, la moral deberá estar fundada universalmente para todo ser racional.

Para asegurar el imperio soberano de la ley moral universal es necesario fundar esta ley en la pura razón.

El concepto esencial de tal metafísica es el concepto de ser racional en general.

La razón es la facultad de producir leyes, de establecer una legalidad. Todo ser que tiene esta facultad es un ser racional.

Esta pureza racional de la ley emergerá por la vía de un análisis regresivo que partirá de los juicios morales de la conciencia común.

Luego debe explicarse el juicio moral por las condiciones trascendentales que implica.

ANÁLISIS REGRESIVO

En la conciencia común encontramos la buena voluntad, la obediencia del deber y el sentimiento de respeto.

BUENA VOLUNTAD

La buena voluntad es aquella que actúa por deber. Por deber y no solamente en conformidad con el deber. Actos conformes al deber pueden no ser cumplidos por deber.  Ejemplos contrastantes: el almacenero, la felicidad y el amor patológico.

EL RIGORISMO KANTIANO

La moral no puede ser fundada sobre la sensibilidad afectiva. Para Kant todas nuestras inclinaciones son sensibles.

El rigorismo kantiano no es otra cosa que racionalismo: quiere una metafísica de las costumbres establecida en pura razón y válida para todo ser racional,

independientemente de las inclinaciones sensibles que puedan existir en aquellos seres razonables que como los hombres también son seres sensibles.

Kant no solicita a este ser de renunciar a la dicha. Incluso plantea como deber el procurarse la felicidad y la del otro.

El rigorismo no consiste en declarar malas las inclinaciones sino en rechazar que ellas sirvan de máximas a la voluntad y al principio de moralidad. No excluye de la
moralidad el acto cumplido con inclinación sino el acto cumplido solamente por inclinación.

EL RESPETO

Pero dado que el hombre es también un ser sensible, es necesario postular un móvil (sensible) además de un motivo (racional.)

¿Cuál es el móvil moral? El móvil de la voluntad buena es un sentimiento original engendrado por la representación de la ley, ligado a ella y no teniendo otro objeto que ella. El respeto: sentimiento sui generis que tiene por objeto la ley (y las personas como sujetos de la ley) jamás las cosas.

La voluntad buena es aquella que se deja determinar: objetivamente sólo por la ley moral; subjetivamente sólo por el sentimiento de respeto.

Kant va a oponer sin cesar lo objetivo y lo subjetivo. Va a decirnos que la ley determina objetivamente la voluntad, mientras que las máximas son principios subjetivos de la determinación de la voluntad.

También opone sujeto trascendental, perteneciente al reino nouménico e inteligible de los fines, y el sujeto empírico y sensible. El hombre existe en esta duplicidad.

DE LA CONCIENCIA COMÚN A LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES.

LA FORMA IMPERATIVA

Corresponde desprender la metafísica de las costumbres que se encuentra implícita ya en la conciencia común.

La clara antítesis planteada por la conciencia común entre lo que es y lo que debe ser significa que la ley moral es a priori; y que esta aprioridad está inscripta en la conciencia común.
[Explicar...]

La ley que prescribe lo que debe ser no se deriva de la experiencia, es lógicamente anterior y superior, y la juzga.

No se puede extraer la ley de ejemplos: el valor y la selección de los ejemplos presupone la ley.

La ley moral es por lo tanto una ley a priori de la razón, válida para todos los seres razonables.

Si suponemos un ser cuya razón sola determinara inmediatamente la voluntad, elegiría siempre solo lo bueno.

La voluntad subjetiva estaría infaliblemente de acuerdo con la objetividad universal de la ley racional.

Pero a un ser razonable cuya voluntad también está determinada también por móviles sensibles, como el hombre, la ley se le presenta como un mandato proveniente de una razón trascendental y universal y dirigiéndose imperativamente al sujeto empírico individual.

La fórmula de un mandato se llama imperativo.

A la voluntad ambigua de un ser doble como el hombre, razonable y sensible, la razón presenta su ley bajo la forma de un imperativo que se dirige a una voluntad susceptible de sustraerse a la ley de la

razón para ceder a las inclinaciones de la sensibilidad.

Los imperativos caracterizan la relación de una ley racional objetiva con una voluntad subjetiva imperfecta.

IMPERATIVOS CATEGÓRICOS E HIPOTÉTICOS

Los imperativos ordenan o hipotéticamente o categóricamente.

Los imperativos hipotéticos declaran los medios si la voluntad se propone tal o cual fin.

El imperativo categórico declara la acción objetivamente necesaria, sin relación a ningún fin.

Es la regla, ya no de la habilidad o la prudencia, sino de la moralidad.

Constituye una proposición a priori y sintética. A priori porque no está sacado de ninguna experiencia, y sintético puesto que liga la volición de una acción a una voluntad razonable universal.

FÓRMULAS DEL IMPERATIVO CATEGÓRICO

La ley de la razón ordena absolutamente que la máxima de la acción sea universalizable.

FÓRMULA MADRE: “Actúa únicamente según la máxima que hace que tú puedas querer al mismo tiempo que ella sea una ley universal”.

Debemos distinguir entre máxima y ley: una máxima es una regla subjetiva de acción; la ley al contrario es un principio objetivo universal, válido para todo ser razonable.

Segúna formula-madre nuestras máximas deberán ser tales que nosotros podamos querer que sean erigidas en leyes, universalizables, pues lo propio de una ley es su universalidad.

FÓRMULAS DERIVADAS:

1) Actúa como si la máxima de tu acción debiera por tu voluntad a ser erigida como ley universal de la naturaleza.

2) Actúa de manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los otros, nunca como un medio, sino siempre como un fin.

3) Actúa de tal forma que tu voluntad pueda considerarse como siendo ella misma la legisladora de la ley universal a la cual se somete.

EL REINO DE LOS FINES

El reino de los fines, es el reino de los seres que son fines en sí mismos, es decir seres razonables. Todo ser racional es del reino de los fines. Lo es como miembro (miembro legislador) si se trata de un ser que como el hombre es un ser a la vez razonable y sensible, autor pues de la ley al mismo tiempo que subordinado a la ley.

LA LIBERTAD

El concepto de libertad es la llave que da la explicación de la autonomía y del imperativo categórico. Lo comprendemos por la distinción del mundo sensible y el mundo inteligible, del orden fenoménico empírico y del orden nouménico trascendental. La causalidad por la libertad es del orden de lo inteligible y trascendental, mientras que la causalidad por necesidad es en la naturaleza fenoménica. Lo que da cuenta de la autonomía y del imperativo categórico, es el concepto de la libertad, de una libertad trascendental en un mundo inteligible, del que forman parte todos los seres razonables y el hombre en tanto que ser razonable. ¿Cómo un imperativo categórico,  proposición práctica sintética a priori, es posible? Es posible porque mi voluntad afectada por una parte por la sensibilidad, pertenece por otra parte al mundo inteligible, y que en este último es el principio trascendental del mundo sensible.

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS

A las preguntas planteadas: ¿Qué podemos saber? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos esperar? El criticismo responde:
Nosotros podemos saber el orden de los fenómenos en el espacio y en el tiempo.
Nosotros debemos hacer nuestro deber.
Nosotros podemos esperar el Soberano bien.

-------------------
[Adaptado por M. Paesani a partir de la traducción parcial de Teresa Leonardi Herrán del texto 'La morale de Kant' de Joseph Vialatoux. ]


miércoles, 3 de junio de 2020

Ética 6. Historia 2.

Historia de la ética occidental


De las civilizaciones antiguas hasta finales del siglo XIX.


El antiguo Medio Oriente y Asia


India

A diferencia de las enseñanzas éticas del antiguo Egipto y Babilonia, la ética india fue filosófica desde el principio. En el más antiguo de los escritos indios, los Vedas, la ética es un aspecto integral de la especulación filosófica y religiosa sobre la naturaleza de la realidad. Estos escritos datan de aproximadamente 1500 a 1200 a. C. Han sido descritos como la literatura filosófica más antigua del mundo y, por lo tanto, lo que dicen sobre cómo deberían vivir las personas puede ser la primera ética filosófica registrada.

Los Vedas son, en algún sentido, himnos, pero los dioses a los que refieren no son personas sino manifestaciones de la verdad y la realidad supremas. En la filosofía védica, el principio básico del universo, la realidad última en la que existe el cosmos, es el principio de rita, que es la palabra de la cual deriva la noción occidental de derecho. Por lo tanto, existe la creencia en un orden moral correcto integrado de cierta manera en el universo mismo. Por lo tanto, la verdad y el derecho están vinculados; atravesar lo ilusorio y comprender la verdad última de la existencia humana es también comprender lo que es correcto. Ser una persona iluminada es saber lo que es real y vivir correctamente, ya que no son dos cuestiones separadas, sino una y la misma.

La ética, engarzada en la esencia misma del universo, no está exenta de aplicaciones prácticas detalladas. Estas aplicaciones se basaban en cuatro ideales u objetivos propios de la vida: prosperidad, satisfacción de los deseos, deber moral y perfección espiritual, es decir, liberación de la finitud existencial. Estos objetivos implican ciertas virtudes: honestidad, rectitud, caridad, no violencia, modestia y pureza de corazón. Son condenadas, por otro lado, la falsedad, el egoísmo, la crueldad, el adulterio, el robo y el dañar a seres vivos. Debido a que la ley moral eterna es parte del universo, hacer lo que es digno de elogio es actuar en armonía con él y, en consecuencia, tales acciones recibirán adecuada recompensa; a la inversa, una vez comprendida la verdadera naturaleza del yo, se hace evidente que quien hace lo que está mal actúa de manera autodestructiva.

Estos principios básicos sufrieron modificaciones considerables durante los siglos posteriores, especialmente en los Upanishads, un cuerpo de literatura filosófica que data de aproximadamente la mitad del primer milenio a. C. El sistema de castas indio, con sus intrincadas leyes sobre lo que los miembros de cada casta pueden hacer o no, es aceptado por los Upanishads como parte del orden universal correcto. Sin embargo, la ética en sí misma no se considera una cuestión de conformidad con las leyes. En cambio, el deseo de ser ético es algo interior. Es parte de la búsqueda de perfección espiritual, que a su vez es elevada a la más alta entre las cuatro metas de la vida.

Durante los siglos siguientes, la filosofía moral de este período temprano se convirtió gradualmente en un sistema rígido y dogmático que provocó varias reacciones. Una de ellas, no muy característica respecto del pensamiento indio en general, fue el Charvaka, o escuela materialista, que se burló de las ceremonias religiosas, diciendo que fueron inventadas por los brahmanes (la casta sacerdotal) para asegurar su sustento. Cuando los brahmanes defendían los sacrificios de animales afirmando que la bestia sacrificada iba directamente al cielo, los miembros del Charvaka preguntaban por qué los brahmanes no mataban a sus padres ancianos para acelerar su llegada allí. Contra la postulación de una eventual liberación espiritual, la ética Charvaka instaba a cada individuo a buscar su placer en el aquí y el ahora.

El jainismo, otra reacción a la perspectiva védica tradicional, llegó exactamente a las conclusiones opuestas. La filosofía Jainista se basa en la liberación espiritual como la más alta de todas las metas y la no violencia como el medio para alcanzarla. De manera auténticamente filosófica, los jainistas encontraron en el principio de la no violencia una guía para toda la moralidad. Primero, aparte de la aplicación obvia que prohibe los actos violentos dirigidos a otros humanos, la no violencia se extiende a todos los seres vivos. Los jainistas son vegetarianos. Los occidentales a menudo los ridiculizan por los cuidados que toman para evitar dañar a los insectos u otros seres vivos mientras caminan o beben agua que puede contener organismos diminutos. Es menos conocido ellos comenzaron a cuidar animales enfermos y heridos miles de años antes que  aparecieran los refugios para animales en Occidente. Los jainistas no hacen la distinción que suele existir en la ética occidental entre la responsabilidad por lo que se hace y  por lo que se omite. El no hacerse responsable de un animal herido también sería, según esta opinión, una forma de violencia.

Otros deberes morales también se derivan de la noción de no violencia. Se considera, por ejemplo, que mentirle a alguien es infligirle una lesión mental. Robar, por supuesto, es otra forma de lesión, pero debido a la ausencia de una distinción entre actos y omisiones, incluso la posesión de riqueza se ve como privar a los pobres y hambrientos de los medios para satisfacer sus necesidades. Así, la no violencia conduce a un principio de no posesión de propiedades. Se esperaba que los sacerdotes jainistas fueran estrictos ascetas y evitaran las relaciones sexuales. Los Jains ordinarios, sin embargo, siguieron un código algo menos severo, que tenía la intención de dar efecto a las principales formas de no violencia y al mismo tiempo ser compatible con una vida normal.

El otro gran sistema ético que desarrollado en reacción a la forma osificada de la antigua filosofía védica fue el budismo. La persona que se hizo conocida como el Buda (siglos VI-IV a.C., aprox.) que significa el "iluminado", nació como hijo de un rey. Hasta los 29 años, vivió la vida protegida de un príncipe típico, con todos los lujos que pudiera desear. En ese momento, según la leyenda, los "Cuatro Signos" lo impresionaron: vio en sucesión a un anciano, una persona enferma, un cadáver llevado a la cremación y un monje en meditación debajo de un árbol. Comenzó a pensar en la vejez, la enfermedad y la muerte, y decidió seguir el camino del monje. Durante seis años llevó una vida ascética de renuncia, pero finalmente, mientras meditaba debajo de un árbol, concluyó que la solución no era retirarse del mundo, sino más bien una vida práctica de compasión por todos.

El budismo a veces se considera una religión, y de hecho a lo largo de los siglos adoptó estructuras religiosas en muchos lugares. Sin embargo, esto es una ironía de la historia, porque el propio Buda fue un fuerte crítico de la religión. Rechazó la autoridad de los Vedas y se negó a establecer un credo alternativo. Consideraba las ceremonias religiosas como una pérdida de tiempo y las creencias teológicas como una mera superstición. Se negó a discutir problemas metafísicos abstractos como la inmortalidad del alma. El Buda les dijo a sus seguidores que pensaran por sí mismos y que asumieran la responsabilidad de su propio futuro. En lugar de creencias religiosas y ceremonias religiosas, el Buda abogó por una vida dedicada a la compasión universal y la hermandad. A través de esa vida, uno podría alcanzar la meta final, el nirvana, un estado en el que todos los seres vivos están libres de dolor y tristeza. Hay similitudes entre esta moralidad de la compasión universal y la ética de los jainistas.

De acuerdo con su propia experiencia previa, el Buda propuso un "camino intermedio" entre la autocomplacencia y la renuncia. De hecho, no es tanto un camino entre estos dos extremos como uno que reúne los beneficios de ambos. Al vivir una vida de compasión y amor por todos, una persona logra la liberación de los antojos egoístas buscados por el asceta y una serenidad y satisfacción que son más gratificantes que cualquier cosa obtenida por la indulgencia en el placer.

A veces se piensa que siendo el nirvana el objetivo budista, es decir, un estado al que se puede llegar mediante la meditación, el budismo propugna una retirada del mundo real. El nirvana, sin embargo, no debe buscarse solo para uno mismo; se considera como una unidad del yo individual con el yo universal en la que participan todas las cosas. En la escuela budista Mahayana, el aspirante a la iluminación incluso hace un voto para convertirse en un bodhisattva (un casi-buda) y no aceptar la liberación final hasta que todo ser vivo en el universo haya alcanzado el nirvana.

El Buda vivió y enseñó en la India, por lo que el budismo se clasifica adecuadamente como una filosofía moral india. Pero no se estableció permanentemente en su tierra de origen. En cambio, se extendió de diferentes maneras hacia el sur, llegando a Sri Lanka y el sudeste asiático y también hacia el norte a través del Tíbet, China, Corea y Japón. En el proceso, el budismo sufrió el mismo destino que la filosofía védica contra la cual se había rebelado: se convirtió en una religión, a menudo rígida, con sus propias sectas, ceremonias y supersticiones.

-------------------
(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ethics, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).

lunes, 1 de junio de 2020

Ética 5. Historia 1.

Historia de la ética occidental


De las civilizaciones antiguas hasta finales del siglo XIX.


El antiguo Medio Oriente y Asia

Los primeros preceptos éticos deben haber sido transmitidos oralmente por padres y ancianos. Pero, desde que las sociedades aprendieron a usar la palabra escrita, surgieron textos que refieren a sus creencias éticas. Estos registros constituyen la primera evidencia histórica sobre tales cuestiones.

El medio Oriente

Los primeros escritos sobrevivientes que podrían considerarse manuales de ética son listas de preceptos que debían aprender los muchachos de la clase dominante egipcia, confeccionadas unos 3.000 años antes de la era cristiana. En la mayoría de los casos, contienen consejos astutos sobre cómo vivir felizmente, evitar problemas innecesarios y avanzar en la carrera personal cultivando el favor de los superiores. Sin embargo, hay varios pasajes que recomiendan ideales de conducta más amplios, como los siguientes: los gobernantes deben tratar a su pueblo de manera justa, y juzgar imparcialmente entre sus súbditos; deberían apuntar a hacer próspero a su pueblo; los que tienen pan deben compartirlo con los hambrientos; las personas humildes del bajo pueblo deben ser tratadas con amabilidad; uno no debe reírse de los ciegos o de los enanos.

¿Por qué, entonces, se deberían seguir estos preceptos? ¿Creían los antiguos egipcios en acciones que son buenas en sí mismas? Los preceptos a menudo afirman que la acción justa suele ser beneficiosa, como en la máxima "La honestidad es la mejor política". También enfatizan la importancia de tener un buen nombre. Sin embargo, estos preceptos estaban destinados a la instrucción de las clases dominantes, y no está claro por qué el ayudar a los indigentes podría contribuir a la buena reputación de un individuo perteneciente a esas clases. Hasta cierto punto, por lo tanto, los autores de los preceptos deben haber pensado que el favorecer la prosperidad, la felicidad, y la amabilidad con los que menos tienen, no es solo una cuestión de ventajas personales sino también algo en sí mismo bueno.

Los preceptos no son análisis filosóficos de la ética. No se intenta encontrar ningún principio de conducta subyacente que pueda proporcionar una comprensión más sistemática de la moral. A la justicia, por ejemplo, se le da un lugar destacado, pero no se elabora el concepto de justicia, ni se discute cómo podrían resolverse los desacuerdos sobre lo que es justo e injusto. Además, no hay ejemplos de dilemas éticos que pueden ocurrir si los preceptos entran en conflicto entre sí. Los preceptos están llenos de observaciones sólidas y sabiduría práctica, pero no fomentan la especulación teórica.

La misma inclinación práctica se puede encontrar en otros códigos o listas de mandatos éticos de la antigüedad. A menudo se dice que el gran Código de Hammurabi se basó en el principio de "ojo por ojo, diente por diente", como si fuera un principio fundamental de justicia, elaborado y aplicado a todos los casos. De hecho, el código no muestra un principio tan coherente. Con frecuencia prescribe la pena de muerte para delitos que no causan la muerte como, por ejemplo, el robo y la aceptación de sobornos. Más áun, incluso la regla del ojo por ojo se aplica solo cuando el ojo de la víctima original pertenece a un miembro de la clase patricia; si el ojo es de un plebeyo, el castigo consiste en pagar como multa una cierta cantidad en metal de plata. Aparentemente, no se creía que tales diferencias necesitaran alguna justificación. En cualquier caso, si se han intentado justificaciones para los principios de justicia en los que se basa el código, no han sobrevivido.

Los hebreos fueron cautivos, en momentos históricos diferentes, tanto de los egipcios como de los babilonios. Por lo tanto, no es sorprendente que la ley del antiguo Israel, que adquirió su forma definitiva durante el exilio de Babilonia, muestre la influencia tanto de los preceptos egipcios antiguos como del Código de Hammurabi. El libro del Éxodo se refiere, por ejemplo, al principio de "vida por vida, ojo por ojo, diente por diente". La ley hebraica no diferencia, como lo hace la ley de Babilonia, entre patricios y plebeyos, pero estipula que, en varios aspectos, los extranjeros pueden ser tratados de maneras en que no está permitido tratar a otros hebreos; por ejemplo, los esclavos hebreos, pero no otros, debían ser liberados sin rescate en el séptimo año. Pero, en otros aspectos, la ley y la moral hebraicas desarrollaron la misma preocupación humana que los preceptos egipcios por los pobres y desafortunados: los sirvientes contratados deben ser pagados de inmediato, porque dependen de sus salarios para satisfacer sus necesidades apremiantes; los esclavos deben poder descansar el séptimo día; las viudas, los huérfanos y los ciegos y sordos no deben ser perjudicados; y al hombre pobre no se le debe negar un préstamo. Incluso había un diezmo que preveía un estado de bienestar incipiente. El espíritu de esta preocupación humana se resumió en el mandato de "ama a tu prójimo como a ti mismo", una forma potenciada del principio de reciprocidad.

Se cree que los famosos Diez Mandamientos son un herencia de la ley tribal semítica provenientes de épocas en que se enseñaban mandatos importantes uno por cada dedo, para facilitar su memorización (conjuntos de cinco o 10 leyes son comunes entre las civilizaciones preliterarias). El contenido de los mandamientos hebreos difería de otras leyes en la región principalmente por su énfasis en los deberes hacia Dios. Este énfasis persistió en las leyes más detalladas establecidas en otros lugares; aproximadamente la mitad de dicha legislación se refería a crímenes contra Dios, y asuntos ceremoniales y rituales, aunque puede haber otras explicaciones para algunos de estos requisitos aparentemente religiosos relacionados con la evitación de ciertos alimentos y la necesidad de limpiezas ceremoniales.

Además de las largas declaraciones de la ley, la literatura sobreviviente del antiguo Israel incluye tanto los proverbios como los libros de los profetas. Los proverbios, como los preceptos de los egipcios, son versos breves que no muestran mucha preocupación por la sistematicidad o la coherencia general. Sin embargo, van más allá de los preceptos egipcios e instan a una conducta justa, recta y agradable a Dios. En consecuencia, hay menos referencias a lo que se necesita para una carrera exitosa, aunque con frecuencia se afirma que Dios recompensa a los justos. A este respecto, el Libro de Job es notable como exploración del problema planteado para aquellos que aceptan estos motivo para obedecer la ley moral: ¿por qué las mejores personas sufren con frecuencia las peores desgracias? El libro no ofrece más respuesta que la fe en Dios. Pero, la mayor conciencia del problema que ofrece, puede haber influido en algunos para arribar a la idea de que el castigo y las recompensas en otro reino es la única solución posible.

La literatura de los profetas contiene una gran cantidad de críticas sociales y morales. Pero la mayor parte consiste en la denuncia, y no en la discusión sobre lo que realmente es la bondad o sobre por qué debe existir tanta maldad. El Libro de Isaías es especialmente notable por su retrato temprano de una utopía en la que "el desierto florecerá como la rosa ... el lobo también morará con el cordero ... No dañarán ni destruirán en toda mi montaña sagrada".

[El desierto y la soledad se alegrarán; el yermo se regocijará y florecerá como la rosa (Isaías 35:1) ...
El lobo convivirá con el cordero; el leopardo se acostará junto al cabrito; el becerro, el león y el animal engordado andarán juntos, y un chiquillo los pastoreará. (Isaías 11:6)
...
Nadie hará mal ni daño alguno en ninguna parte de mi santo monte, porque la tierra estará saturada del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9).]


------------------------
(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ethics, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).


domingo, 17 de mayo de 2020

Ética 4.

Orígenes de la ética


Ética y antropología

Muchas personas creen que no hay universales morales, es decir, que existe tanta variación de una cultura a otra que ningún principio o juicio moral es aceptado por todas . Ya se ha demostrado que esto es falso. Por supuesto, hay enormes diferencias en cómo se aplican los principios generales discutidos hasta ahora. El deber de los hijos con sus padres significaba una cosa en la sociedad tradicional china y significa algo muy diferente en las sociedades occidentales contemporáneas. Sin embargo, la preocupación por los parientes y la reciprocidad se consideran buenas en prácticamente todas las sociedades humanas. Además, todas las sociedades tienen, por razones obvias, algunas restricciones sobre matar y herir a otros miembros del grupo.

Saliendo de este terreno común, las variaciones en las actitudes morales pronto se vuelven más sorprendentes que las similitudes. La fascinación del hombre con semejante variedad se remonta a la antigüedad. El historiador griego Heródoto (fallecido 430–420 a. C.) relata que el rey persa Darío I (550–486 a. C.) convocó a algunos griegos ante él y les preguntó cuánto tendría que pagarles por comer los cuerpos de sus padres. Se negaban a hacerlo sin importar el precio. Luego convocó a algunos hindúes, que por costumbre comían los cuerpos de sus padres, y les preguntó a cambio de qué accederían a quemar esos cuerpos. Los hindúes respondieron airados que no debía mencionar un acto tan horrible. Heródoto extrajo la moraleja obvia: cada nación piensa lo mejor de sus propias costumbres.

Las variaciones morales no se estudiaron sistemáticamente hasta el siglo XIX, cuando el conocimiento de los occidentales sobre las partes más remotas del mundo comenzó a aumentar. En El origen y desarrollo de las ideas morales (1906–08), el antropólogo finlandés Edward Westermarck (1862–1939) comparó las diferencias entre  sociedades en asuntos como la prohibición de matar (incluida el asesinato en guerra, la eutanasia, el suicidio, el infanticidio, el aborto, el sacrificio humano y los duelos); el deber de mantener a los niños, los ancianos o los pobres; las formas de relación sexual permisible; la condición de la mujer; el derecho a la propiedad y lo que se considera robo; la tenencia de esclavos; el deber de decir la verdad; las restricciones dietarias; la preocupación por los animales no humanos; los deberes con los muertos; y los deberes con los dioses. Westermarck no tuvo dificultad en mostrar la existencia de una gran diversidad en aquello que diferentes sociedades han considerado como buena conducta en cada una de estas áreas. Estudios más recientes, aunque menos exhaustivos, han confirmado que las sociedades humanas pueden prosperar, y lo hacen, aunque mantengan puntos de vista radicalmente diferentes sobre todas estas cuestiones; aunque, por supuesto, algunos grupos dentro de cada sociedad puedan encontrarse más perjudicados bajo ciertos conjuntos de creencias que bajo otros distintos.

Como se señaló anteriormente, la ética no se ocupa principalmente en describir los sistemas morales de las diferentes sociedades. Esa tarea, que permanece en el nivel de la descripción, corresponde  a la antropología o a la sociología. En contraste, la ética se ocupa de la justificación de los principios morales (o de la imposibilidad de tal justificación). Sin embargo, la ética debe tomar nota de las variaciones en los sistemas morales, porque a menudo se ha afirmado que dicha variedad prueba que la moral es simplemente una cuestión de costumbres y que, por lo tanto, siempre es relativa a cada sociedad particular. Según este punto de vista, ningún principio moral puede ser válido más allá de las sociedades en las que se lo encuentra. Palabras como bueno y malo simplemente significan, suele afirmarse, "aprobado en mi sociedad" o "desaprobado en mi sociedad", y, por lo tanto, buscar una ética objetiva, o racionalmente justificable, es buscar lo que de hecho es una ilusión.

Una forma de responder a esta posición sería enfatizar el hecho de que hay algunas características comunes a prácticamente todas las morales humanas. Podría pensarse que estas características comunes deben ser el núcleo universalmente válido y objetivo de la moral. Sin embargo, este argumento implicaría una falacia. Si la explicación de las características comunes es simplemente que son ventajosas en términos de teoría evolutiva, eso no las hace correctas. La evolución es una fuerza ciega incapaz de conferir una impronta moral al comportamiento humano. Puede ser un hecho que el preocuparse por los parientes esté de acuerdo con la teoría evolutiva, pero decir que la preocupación por los pariente es, por lo tanto, correcta, sería intentar deducir valores de los hechos. En cualquier caso, el hecho de que algo esté aprobado universalmente no necesariamente lo hace correcto. Si todas las sociedades humanas esclavizaran a cualquier tribu que pudieran conquistar, y algunos librepensadores moralistas insistieran en que la esclavitud está mal, no se podría afirmar que dicen tonterías solo por tener pocos partidarios. De manera similar, entonces, el apoyo universal a los principios de parentesco y reciprocidad no puede probar que estos principios estén de alguna manera objetivamente justificados.

Este ejemplo ilustra la forma en que la ética difiere de las ciencias descriptivas. Desde el punto de vista de la ética, ya sea que los códigos morales humanos presenten muchos paralelos entre sí o, al contrario, que sean extraordinariamente diversos, la cuestión de cómo debe actuar un individuo permanece abierta. Quienes no estén seguros de lo que deberían hacer no recibirán ayuda si se les dice qué es lo que su sociedad cree que deberían hacer en las circunstancias en que se encuentran. Incluso si se les dice que prácticamente todas las demás sociedades humanas están de acuerdo, y que este acuerdo proviene de la naturaleza humana evolucionada, aún pueden razonablemente optar por actuar de otra manera. Si se les dice que existe una gran variación entre las sociedades humanas con respecto a lo que las personas deben hacer en tales circunstancias, pueden preguntarse sobre la posibilidad de una respuesta objetiva, pero su dilema seguiría sin resolverse. De hecho, esta diversidad no contradice la posibilidad una respuesta objetiva: no se puede descartar sin más que la mayoría de las sociedades podrían haberse equivocado. Esta es una cuestión que deberá abordarse, puesto que la pregunta por la existencia de una moralidad objetiva es un tema constante dentro de la ética.

------------------------
(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ethics, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).

viernes, 15 de mayo de 2020

Ética 3. Ética prehumana.

Orígenes de la moral


Ética prehumana


El comportamiento no humano

Debido a que, por razones obvias, no existe registro histórico de alguna sociedad humana en el período anterior a que tuviera estándares de lo correcto y lo incorrecto, la historia no puede revelar los orígenes de la moral. La antropología tampoco es de ninguna ayuda, porque las sociedades humanas que se han estudiado hasta ahora tienen formas de moral propias (excepto quizás en las circunstancias más extremas). Afortunadamente, es posible otro modo de investigación. Debido a que la vida en grupos sociales es una característica que los humanos comparten con muchas otras especies animales, incluidos sus parientes más cercanos, los simios, presumiblemente el ancestro común de los humanos y los simios también vivía en grupos sociales. El comportamiento social de los animales no humanos y la teoría de la evolución que explica dicho comportamiento podrían, entonces, aportar hipótesis sobre los orígenes de la moral humana.

La vida social, incluso para los animales no humanos, requiere restricciones en el comportamiento. Ningún grupo puede permanecer unido si sus miembros realizan ataques frecuentes e irrestrictos entre ellos. Con algunas excepciones, los animales sociales suelen abstenerse por completo de atacar a otros miembros del grupo social o, si se produce un ataque, no convierten la lucha subsiguiente en una pelea a muerte: se termina cuando el animal más débil muestra sumisión. No es difícil ver analogías aquí con los códigos morales humanos. Los paralelos, sin embargo, van mucho más allá. Al igual que los humanos, los animales sociales pueden tener conductas que beneficien a otros miembros del grupo, incluso cuando hay un costo o riesgo para ellos mismos. Los babuinos machos amenazan a los depredadores y cubren la retaguardia mientras la tropa se retira. Los lobos y los perros salvajes llevan carne a los miembros de la manada que no pudieron estar en la cacería. Los gibones y los chimpancés con comida, en respuesta a un gesto, la compartirán con otros miembros del grupo. Los delfines sostienen a otros delfines enfermos o heridos, nadando debajo de ellos por horas y empujándolos hacia la superficie para que puedan respirar.

Podría pensarse que la existencia de tal comportamiento aparentemente altruista es extraña, ya que la teoría evolutiva afirma que aquellos que no luchan por sobrevivir y reproducirse serán eliminados a través de la selección natural. La investigación en teoría evolutiva aplicada al comportamiento social, sin embargo, ha demostrado que la evolución no necesita ser tan despiadada. Parte de este comportamiento altruista lo explica la selección por parentesco. Los ejemplos más obvios son los sacrificios que los padres hacen por su descendencia. Si los lobos ayudan a sus cachorros a sobrevivir, es más probable que sus características genéticas, incluida la característica de ayudar a sus propios cachorros, se propaguen a través de generaciones adicionales de lobos.

Parentesco y reciprocidad

Aunque es menos obvio, el principio también se aplica cuando hay ayuda a otros parientes cercanos, incluso si no son descendientes. Un niño comparte el 50 por ciento de los genes con cada uno de sus padres, pero los hermanos completos también tienen, en promedio, el 50 por ciento de sus genes en común. Por lo tanto, una tendencia a sacrificar la vida propia por la de dos o más hermanos podría extenderse de una generación a la siguiente. Entre primos, donde solo se comparte el 12.5 por ciento de los genes, la relación beneficio-sacrificio tendría que incrementarse correspondientemente.

Cuando el altruismo aparente no se da entre parientes, podría estar basado en la reciprocidad. Un mono presentará su espalda a otro mono, que le quitará parásitos; después de un tiempo los roles se revertirán. La reciprocidad también puede ser un factor en el intercambio de alimentos entre animales no emparentados. Tal reciprocidad dará sus frutos, en términos evolutivos, siempre y cuando los costos de ayudar sean menores que los beneficios de ser ayudados, y mientras los animales no se beneficien a largo plazo del "engaño," es decir, del recibir favores sin devolverlos. Parece que la mejor manera de garantizar que quienes hacen trampa no prosperen es que los animales puedan reconocer las trampas y negarles los beneficios de la cooperación la próxima vez. Esto es posible solo entre animales inteligentes que viven en grupos pequeños y estables durante un largo período de tiempo. La evidencia respalda esta conclusión: se ha observado un comportamiento recíproco en aves y mamíferos, y los casos más evidentes se registran entre lobos, perros salvajes, delfines, monos y simios.

Recapitulando, el altruismo filial y la reciprocidad existen, al menos en algunos animales no humanos que viven en grupos. ¿Podrían estas formas de comportamiento ser las bases de la ética humana? Hay buenas razones para creer que podrían serlo. El parentesco es una fuente de obligaciones en toda sociedad humana. En todas las sociedades conocidas se considera el cuidado de los hijos como un deber de la madre , y el mantener y proteger a la familia como deber del padre esta casi igualmente extendido. Los deberes hacia los parientes cercanos tienen prioridad sobre los deberes hacia los parientes más lejanos, pero, en la mayoría de las sociedades, incluso los parientes lejanos son tratados mejor que los extraños.

Si bien el parentesco es el vínculo más básico y universal entre los seres humanos, el vínculo de reciprocidad no se queda atrás. Sería difícil encontrar una sociedad que no reconociera, al menos en algunas circunstancias, la obligación de devolver favores. En muchas culturas, esto se lleva a extremos extraordinarios, y hay elaborados rituales de intercambio de presentes. A menudo el reembolso debe ser superior al regalo original, y esta escalada puede llegar a extremos que eventualmente amenazan la seguridad económica del donante. Las enormes fiestas “potlatch” de ciertas tribus nativas americanas son un ejemplo bien conocido de este tipo de situación. Muchas sociedades melanesias también otorgan mucha importancia al dar y recibir grandes cantidades de artículos valiosos.

Muchas características de la moral humana podrían haber surgido de prácticas recíprocas elementales, como la remoción mutua de parásitos de lugares incómodos. Supongamos que una persona quisiera que le quitaran los piojos de su cabello y quisiera, a cambio, eliminar los piojos del cabello de otra persona. La persona debe elegir a su pareja con cuidado. Si él ayuda a todos indiscriminadamente, se encontrará despiojando a otros sin que le quiten sus propios piojos. Para evitarlo, debe aprender a distinguir entre los que devuelven favores y los que no. Al distinguirlos, estaría separando a los cooperadores de los no cooperadores y, en el proceso, desarrollando nociones crudas de equidad y trampa. Como es natural, fortalecerá sus relaciones con quienes cooperen, desarrollando lazos de amistad y lealtad, y un correlativo sentimiento de estar obligado a dar ayuda cuando se requiera.

Esto no es todo. Es probable que los cooperadores reaccionen de manera hostil e iracunda con aquellos que no cooperan. Quizás considerarán la reciprocidad como buena y "correcta" y la trampa como mala e "incorrecta". Partiendo de esto, hay sólo un pequeño paso a decidir que los peores tramposos deben ser expulsado de la sociedad, o castigados de alguna manera para que nunca vuelvan a aprovecharse de los demás. Por lo tanto, un sistema de castigo y una noción de la justa pena constituyen el otro lado del altruismo recíproco.

Aunque el parentesco y la reciprocidad son importantes en la moral humana, no cubren todo el campo. Por lo general, existen obligaciones para con otros miembros de la aldea, tribu o nación, incluso cuando son extranjeros. También puede haber una lealtad al grupo en conjunto distinta de la lealtad a sus miembros individuales. Es en este punto donde podría intervenir la cultura humana. Cada sociedad tiene un claro interés en promover la devoción al grupo y es de esperar un desarrollo de influencias culturales para enaltecer a quienes se sacrifiquen por el bien colectivo y para denigrar a quienes excesivamente privilegien sus intereses particulares. Las recompensas y castigos más concretos pueden complementar el efecto persuasivo de la opinión social. De esta manera se iniciaría un proceso cultural en el que se desarrollan los códigos morales.

La investigación en psicología y neurociencias ha arrojado luz sobre el papel de partes específicas del cerebro en el juicio moral y el comportamiento, sugiriendo que las emociones están fuertemente involucradas en los juicios morales, particularmente aquellos que se forman rápida e intuitivamente. Estas emociones podrían ser el resultado de influencias sociales y culturales, o podrían tener un fundamento biológico en la historia evolutiva de la especie humana; esos fundamentos continuarían ejerciendo cierta influencia, incluso si las fuerzas sociales y culturales empujaran en otras direcciones. Algunas de estas investigaciones, sin embargo, también indican que las personas a veces utilizan procesos de razonamiento para alcanzar juicios morales que contradicen sus respuestas intuitivas habituales.

La investigación en psicología y neurociencias ha arrojado luz sobre el papel de partes específicas del cerebro en el juicio moral y el comportamiento, sugiriendo que las emociones están fuertemente involucradas en los juicios morales, particularmente aquellos que se forman rápida e intuitivamente. Estas emociones podrían ser el resultado de influencias sociales y culturales, o podrían tener un fundamento biológico en la historia evolutiva de la especie humana; esos fundamentos continuarían ejerciendo cierta influencia, incluso si las fuerzas sociales y culturales empujaran en otras direcciones. Algunas de estas investigaciones, sin embargo, también indican que las personas a veces utilizan procesos de razonamiento para alcanzar juicios morales que contradicen sus respuestas intuitivas habituales.

----------------------------------
(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ética, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).

jueves, 14 de mayo de 2020

Ética 2. Orígenes de la Ética.

Los orígenes de la ética


Relatos míticos

La Introducción de códigos morales

¿Cuándo comenzó la ética y cómo se originó? Si uno tiene en mente la ética propiamente dicha, es decir, el estudio sistemático de lo que es moralmente correcto e incorrecto, está claro que la ética podría haber surgido solo cuando los seres humanos comenzaron a reflexionar sobre la mejor manera de vivir. Esta etapa reflexiva surgió mucho después de que las sociedades humanas hubieran desarrollado algún tipo de moralidad, generalmente en forma de estándares compartidos de conducta correcta e incorrecta. El proceso de reflexión tiende a surgir de tales costumbres. Podemos decir, entonces, que la ética comenzó con la introducción de los primeros códigos morales.

Prácticamente todas las sociedades humanas tienen algún tipo de mito para explicar el origen de la moral. En el Louvre en París hay una columna babilónica negra con un relieve que muestra al dios del sol Shamash presentando el código de leyes a Hammurabi (muerto hacia 1750 a. C.), conocido como el Código de Hammurabi. La narración de la Biblia hebrea (Antiguo Testamento) según la cual  Dios le dio los Diez Mandamientos a Moisés (siglos XIV y XIII a.C.) en el Monte Sinaí podría considerarse otro ejemplo. En el diálogo Protágoras de Platón (428/427 - 348/347 a. C.), aparece el mito que describe al dios Zeus compadeciéndose de los desventurados humanos, quienes físicamente no eran rivales para las otras bestias. Para compensar estas deficiencias, Zeus les da a los humanos un sentido moral y la capacidad de seguir las leyes y la justicia, permitiendo la vida en comunidades más grandes y la cooperación entre ellos.

Que la moralidad deba estar investida de todo el misterio y el poder del origen divino no es sorprendente. Ninguna otra cosa  proporcionaría razones tan fuertes para aceptar la ley moral. Al atribuir un origen divino a la moral, el sacerdocio se convirtió en su intérprete y guardián y, por lo tanto, se aseguró un poder que no cedería fácilmente. Este vínculo entre moralidad y religión se ha forjado con tanta firmeza que aún hoy suele afirmarse que no es posible la moral sin religión. Según este punto de vista, la ética no es un campo de estudio independiente sino más bien una rama de la teología.

Hay alguna dificultad, ya enunciada por Platón, con la idea de que la moral fue creada por un poder divino. En su diálogo Eutifrón, Platón analizó la hipótesis de que es la aprobación divina lo que hace buena a una acción. Platón señaló que, si este fuera el caso, uno no podría decir que los dioses aprueban tales acciones porque son buenas. ¿Por qué entonces las aprueban? ¿Es su aprobación completamente arbitraria? Platón consideró esto imposible y sostuvo que debe haber algunas normas de lo correcto o incorrecto que sean independientes de los gustos y aversiones de los dioses. Los filósofos modernos generalmente han aceptado el argumento de Platón, porque la alternativa implica que si, por ejemplo, los dioses hubieran aprobado la tortura de los niños y desaprobaran la ayuda a los vecinos, la tortura habría sido buena y la fraternidad vecinal mala.

Problemas con el origen divino de la moral

Un teísta moderno podría decir que, siendo Dios bueno, no podría aprobar la tortura a niños ni desaprobar la ayuda a los vecinos. Al decir esto, sin embargo, el teísta habría admitido tácitamente que hay un estándar de bondad que es independiente de Dios. Sin un estándar independiente, no tendría sentido decir que Dios es bueno; esto solo podría significar que Dios está aprobado por Dios. Parece por lo tanto que, incluso para aquellos que creen en la existencia de Dios, es imposible dar una explicación satisfactoria del origen de la moral en términos de creación divina. Se necesita una explicación diferente.

Hay otras posibles conexiones entre religión y moralidad. Se ha dicho que, incluso si los estándares del bien y del mal existen independientemente de Dios o de los dioses, la revelación divina es el único medio confiable para descubrir cuáles son estos estándares. Un problema obvio con este punto de vista es que aquellos que reciben revelaciones divinas, o que se consideran calificados para interpretarlas, no siempre están de acuerdo en lo que es bueno y lo que es malo. Sin un criterio aceptado para la autenticidad de una revelación o de una interpretación, las personas no están mejor, en lo que respecta a llegar a un acuerdo moral, de lo que estarían si tuvieran que decidir sobre el bien y el mal sin la ayuda de la religión.

Tradicionalmente, una relación más importante entre religión y ética era la idea de que las enseñanzas religiosas proporcionaban una razón para hacer lo correcto. En su forma más cruda, la razón es que la obediencia a la ley moral sería recompensada con una eternidad de dicha, mientras todos los demás arderían en el infierno. En versiones más sofisticadas, la motivación proporcionada por la religión es más inspiradora y menos descaradamente interesada. Ya sea en su versión cruda o sofisticada, o algo intermedio, la religión da respuesta a una de las grandes preguntas de la ética: "¿Por qué debería actuar moralmente?".

Pero la respuesta proporcionada por la religión no es la única disponible.

---------------

(Traducido y adaptado del artículo Ética, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).

Ética 1. Introducción.

La ética, también llamada filosofía moral, es la disciplina relacionada con lo que es moralmente bueno y malo, y lo que es moralmente correcto e incorrecto. El término también se aplica a cualquier sistema o teoría sobre los valores o principios morales.

¿Cómo deberíamos vivir? ¿Debemos aspirar a la felicidad o al conocimiento, a la virtud o a la creación de objetos hermosos? Si elegimos la felicidad, ¿será nuestra o la felicidad de todos? Y qué decir de las preguntas más concretas que enfrentamos: ¿es correcto ser deshonesto en una buena causa? ¿Podemos justificar vivir en la opulencia mientras en otras partes del mundo la gente se muere de hambre? ¿Se justifica la guerra en los casos en que es probable que personas inocentes sean asesinadas? ¿Está mal clonar a un ser humano, o destruir embriones humanos en la investigación médica? ¿Cuáles son nuestras obligaciones, si las hay, con las generaciones de humanos que vendrán después de nosotros y con los animales no humanos con quienes compartimos el planeta?

La ética se ocupa de tales preguntas en todos los niveles. Su tema son las cuestiones fundamentales de la toma de decisiones prácticas, y sus principales preocupaciones incluyen la naturaleza de los valores últimos y los estándares que permiten juzgar las acciones humanas como correctas o incorrectas.

Los términos ética y moral están estrechamente relacionados. Actualmente es común referirse a juicios éticos o principios éticos donde hubiera sido más exacto hablar de juicios morales o principios morales. Estas aplicaciones son una extensión del significado de la ética. En un uso anterior, el término no se refería a la moralidad en sí misma sino al campo de estudio, o rama de investigación, que tiene a la moral como tema. En este último sentido, la ética es equivalente a la filosofía moral.

Aunque la ética siempre ha sido vista como una rama de la filosofía, su naturaleza práctica omniabarcadora la vincula con muchas otras áreas de estudio, incluyendo antropología, biología, economía, historia, política, sociología y teología. Sin embargo, la ética sigue siendo distinta de ellas porque no trata sólo cuestiones de conocimiento fáctico, como las ciencias y otras ramas de la investigación. Tiene más bien que ver con la determinación de la  naturaleza de las teorías normativas, y la aplicación de tales conjuntos de principios a problemas morales prácticos.