lunes, 1 de junio de 2020

Ética 5. Historia 1.

Historia de la ética occidental


De las civilizaciones antiguas hasta finales del siglo XIX.


El antiguo Medio Oriente y Asia

Los primeros preceptos éticos deben haber sido transmitidos oralmente por padres y ancianos. Pero, desde que las sociedades aprendieron a usar la palabra escrita, surgieron textos que refieren a sus creencias éticas. Estos registros constituyen la primera evidencia histórica sobre tales cuestiones.

El medio Oriente

Los primeros escritos sobrevivientes que podrían considerarse manuales de ética son listas de preceptos que debían aprender los muchachos de la clase dominante egipcia, confeccionadas unos 3.000 años antes de la era cristiana. En la mayoría de los casos, contienen consejos astutos sobre cómo vivir felizmente, evitar problemas innecesarios y avanzar en la carrera personal cultivando el favor de los superiores. Sin embargo, hay varios pasajes que recomiendan ideales de conducta más amplios, como los siguientes: los gobernantes deben tratar a su pueblo de manera justa, y juzgar imparcialmente entre sus súbditos; deberían apuntar a hacer próspero a su pueblo; los que tienen pan deben compartirlo con los hambrientos; las personas humildes del bajo pueblo deben ser tratadas con amabilidad; uno no debe reírse de los ciegos o de los enanos.

¿Por qué, entonces, se deberían seguir estos preceptos? ¿Creían los antiguos egipcios en acciones que son buenas en sí mismas? Los preceptos a menudo afirman que la acción justa suele ser beneficiosa, como en la máxima "La honestidad es la mejor política". También enfatizan la importancia de tener un buen nombre. Sin embargo, estos preceptos estaban destinados a la instrucción de las clases dominantes, y no está claro por qué el ayudar a los indigentes podría contribuir a la buena reputación de un individuo perteneciente a esas clases. Hasta cierto punto, por lo tanto, los autores de los preceptos deben haber pensado que el favorecer la prosperidad, la felicidad, y la amabilidad con los que menos tienen, no es solo una cuestión de ventajas personales sino también algo en sí mismo bueno.

Los preceptos no son análisis filosóficos de la ética. No se intenta encontrar ningún principio de conducta subyacente que pueda proporcionar una comprensión más sistemática de la moral. A la justicia, por ejemplo, se le da un lugar destacado, pero no se elabora el concepto de justicia, ni se discute cómo podrían resolverse los desacuerdos sobre lo que es justo e injusto. Además, no hay ejemplos de dilemas éticos que pueden ocurrir si los preceptos entran en conflicto entre sí. Los preceptos están llenos de observaciones sólidas y sabiduría práctica, pero no fomentan la especulación teórica.

La misma inclinación práctica se puede encontrar en otros códigos o listas de mandatos éticos de la antigüedad. A menudo se dice que el gran Código de Hammurabi se basó en el principio de "ojo por ojo, diente por diente", como si fuera un principio fundamental de justicia, elaborado y aplicado a todos los casos. De hecho, el código no muestra un principio tan coherente. Con frecuencia prescribe la pena de muerte para delitos que no causan la muerte como, por ejemplo, el robo y la aceptación de sobornos. Más áun, incluso la regla del ojo por ojo se aplica solo cuando el ojo de la víctima original pertenece a un miembro de la clase patricia; si el ojo es de un plebeyo, el castigo consiste en pagar como multa una cierta cantidad en metal de plata. Aparentemente, no se creía que tales diferencias necesitaran alguna justificación. En cualquier caso, si se han intentado justificaciones para los principios de justicia en los que se basa el código, no han sobrevivido.

Los hebreos fueron cautivos, en momentos históricos diferentes, tanto de los egipcios como de los babilonios. Por lo tanto, no es sorprendente que la ley del antiguo Israel, que adquirió su forma definitiva durante el exilio de Babilonia, muestre la influencia tanto de los preceptos egipcios antiguos como del Código de Hammurabi. El libro del Éxodo se refiere, por ejemplo, al principio de "vida por vida, ojo por ojo, diente por diente". La ley hebraica no diferencia, como lo hace la ley de Babilonia, entre patricios y plebeyos, pero estipula que, en varios aspectos, los extranjeros pueden ser tratados de maneras en que no está permitido tratar a otros hebreos; por ejemplo, los esclavos hebreos, pero no otros, debían ser liberados sin rescate en el séptimo año. Pero, en otros aspectos, la ley y la moral hebraicas desarrollaron la misma preocupación humana que los preceptos egipcios por los pobres y desafortunados: los sirvientes contratados deben ser pagados de inmediato, porque dependen de sus salarios para satisfacer sus necesidades apremiantes; los esclavos deben poder descansar el séptimo día; las viudas, los huérfanos y los ciegos y sordos no deben ser perjudicados; y al hombre pobre no se le debe negar un préstamo. Incluso había un diezmo que preveía un estado de bienestar incipiente. El espíritu de esta preocupación humana se resumió en el mandato de "ama a tu prójimo como a ti mismo", una forma potenciada del principio de reciprocidad.

Se cree que los famosos Diez Mandamientos son un herencia de la ley tribal semítica provenientes de épocas en que se enseñaban mandatos importantes uno por cada dedo, para facilitar su memorización (conjuntos de cinco o 10 leyes son comunes entre las civilizaciones preliterarias). El contenido de los mandamientos hebreos difería de otras leyes en la región principalmente por su énfasis en los deberes hacia Dios. Este énfasis persistió en las leyes más detalladas establecidas en otros lugares; aproximadamente la mitad de dicha legislación se refería a crímenes contra Dios, y asuntos ceremoniales y rituales, aunque puede haber otras explicaciones para algunos de estos requisitos aparentemente religiosos relacionados con la evitación de ciertos alimentos y la necesidad de limpiezas ceremoniales.

Además de las largas declaraciones de la ley, la literatura sobreviviente del antiguo Israel incluye tanto los proverbios como los libros de los profetas. Los proverbios, como los preceptos de los egipcios, son versos breves que no muestran mucha preocupación por la sistematicidad o la coherencia general. Sin embargo, van más allá de los preceptos egipcios e instan a una conducta justa, recta y agradable a Dios. En consecuencia, hay menos referencias a lo que se necesita para una carrera exitosa, aunque con frecuencia se afirma que Dios recompensa a los justos. A este respecto, el Libro de Job es notable como exploración del problema planteado para aquellos que aceptan estos motivo para obedecer la ley moral: ¿por qué las mejores personas sufren con frecuencia las peores desgracias? El libro no ofrece más respuesta que la fe en Dios. Pero, la mayor conciencia del problema que ofrece, puede haber influido en algunos para arribar a la idea de que el castigo y las recompensas en otro reino es la única solución posible.

La literatura de los profetas contiene una gran cantidad de críticas sociales y morales. Pero la mayor parte consiste en la denuncia, y no en la discusión sobre lo que realmente es la bondad o sobre por qué debe existir tanta maldad. El Libro de Isaías es especialmente notable por su retrato temprano de una utopía en la que "el desierto florecerá como la rosa ... el lobo también morará con el cordero ... No dañarán ni destruirán en toda mi montaña sagrada".

[El desierto y la soledad se alegrarán; el yermo se regocijará y florecerá como la rosa (Isaías 35:1) ...
El lobo convivirá con el cordero; el leopardo se acostará junto al cabrito; el becerro, el león y el animal engordado andarán juntos, y un chiquillo los pastoreará. (Isaías 11:6)
...
Nadie hará mal ni daño alguno en ninguna parte de mi santo monte, porque la tierra estará saturada del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9).]


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(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ethics, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).


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