Orígenes de la ética
Ética y antropología
Muchas personas creen que no hay universales morales, es decir, que existe tanta variación de una cultura a otra que ningún principio o juicio moral es aceptado por todas . Ya se ha demostrado que esto es falso. Por supuesto, hay enormes diferencias en cómo se aplican los principios generales discutidos hasta ahora. El deber de los hijos con sus padres significaba una cosa en la sociedad tradicional china y significa algo muy diferente en las sociedades occidentales contemporáneas. Sin embargo, la preocupación por los parientes y la reciprocidad se consideran buenas en prácticamente todas las sociedades humanas. Además, todas las sociedades tienen, por razones obvias, algunas restricciones sobre matar y herir a otros miembros del grupo.
Saliendo de este terreno común, las variaciones en las actitudes morales pronto se vuelven más sorprendentes que las similitudes. La fascinación del hombre con semejante variedad se remonta a la antigüedad. El historiador griego Heródoto (fallecido 430–420 a. C.) relata que el rey persa Darío I (550–486 a. C.) convocó a algunos griegos ante él y les preguntó cuánto tendría que pagarles por comer los cuerpos de sus padres. Se negaban a hacerlo sin importar el precio. Luego convocó a algunos hindúes, que por costumbre comían los cuerpos de sus padres, y les preguntó a cambio de qué accederían a quemar esos cuerpos. Los hindúes respondieron airados que no debía mencionar un acto tan horrible. Heródoto extrajo la moraleja obvia: cada nación piensa lo mejor de sus propias costumbres.
Las variaciones morales no se estudiaron sistemáticamente hasta el siglo XIX, cuando el conocimiento de los occidentales sobre las partes más remotas del mundo comenzó a aumentar. En El origen y desarrollo de las ideas morales (1906–08), el antropólogo finlandés Edward Westermarck (1862–1939) comparó las diferencias entre sociedades en asuntos como la prohibición de matar (incluida el asesinato en guerra, la eutanasia, el suicidio, el infanticidio, el aborto, el sacrificio humano y los duelos); el deber de mantener a los niños, los ancianos o los pobres; las formas de relación sexual permisible; la condición de la mujer; el derecho a la propiedad y lo que se considera robo; la tenencia de esclavos; el deber de decir la verdad; las restricciones dietarias; la preocupación por los animales no humanos; los deberes con los muertos; y los deberes con los dioses. Westermarck no tuvo dificultad en mostrar la existencia de una gran diversidad en aquello que diferentes sociedades han considerado como buena conducta en cada una de estas áreas. Estudios más recientes, aunque menos exhaustivos, han confirmado que las sociedades humanas pueden prosperar, y lo hacen, aunque mantengan puntos de vista radicalmente diferentes sobre todas estas cuestiones; aunque, por supuesto, algunos grupos dentro de cada sociedad puedan encontrarse más perjudicados bajo ciertos conjuntos de creencias que bajo otros distintos.
Como se señaló anteriormente, la ética no se ocupa principalmente en describir los sistemas morales de las diferentes sociedades. Esa tarea, que permanece en el nivel de la descripción, corresponde a la antropología o a la sociología. En contraste, la ética se ocupa de la justificación de los principios morales (o de la imposibilidad de tal justificación). Sin embargo, la ética debe tomar nota de las variaciones en los sistemas morales, porque a menudo se ha afirmado que dicha variedad prueba que la moral es simplemente una cuestión de costumbres y que, por lo tanto, siempre es relativa a cada sociedad particular. Según este punto de vista, ningún principio moral puede ser válido más allá de las sociedades en las que se lo encuentra. Palabras como bueno y malo simplemente significan, suele afirmarse, "aprobado en mi sociedad" o "desaprobado en mi sociedad", y, por lo tanto, buscar una ética objetiva, o racionalmente justificable, es buscar lo que de hecho es una ilusión.
Una forma de responder a esta posición sería enfatizar el hecho de que hay algunas características comunes a prácticamente todas las morales humanas. Podría pensarse que estas características comunes deben ser el núcleo universalmente válido y objetivo de la moral. Sin embargo, este argumento implicaría una falacia. Si la explicación de las características comunes es simplemente que son ventajosas en términos de teoría evolutiva, eso no las hace correctas. La evolución es una fuerza ciega incapaz de conferir una impronta moral al comportamiento humano. Puede ser un hecho que el preocuparse por los parientes esté de acuerdo con la teoría evolutiva, pero decir que la preocupación por los pariente es, por lo tanto, correcta, sería intentar deducir valores de los hechos. En cualquier caso, el hecho de que algo esté aprobado universalmente no necesariamente lo hace correcto. Si todas las sociedades humanas esclavizaran a cualquier tribu que pudieran conquistar, y algunos librepensadores moralistas insistieran en que la esclavitud está mal, no se podría afirmar que dicen tonterías solo por tener pocos partidarios. De manera similar, entonces, el apoyo universal a los principios de parentesco y reciprocidad no puede probar que estos principios estén de alguna manera objetivamente justificados.
Este ejemplo ilustra la forma en que la ética difiere de las ciencias descriptivas. Desde el punto de vista de la ética, ya sea que los códigos morales humanos presenten muchos paralelos entre sí o, al contrario, que sean extraordinariamente diversos, la cuestión de cómo debe actuar un individuo permanece abierta. Quienes no estén seguros de lo que deberían hacer no recibirán ayuda si se les dice qué es lo que su sociedad cree que deberían hacer en las circunstancias en que se encuentran. Incluso si se les dice que prácticamente todas las demás sociedades humanas están de acuerdo, y que este acuerdo proviene de la naturaleza humana evolucionada, aún pueden razonablemente optar por actuar de otra manera. Si se les dice que existe una gran variación entre las sociedades humanas con respecto a lo que las personas deben hacer en tales circunstancias, pueden preguntarse sobre la posibilidad de una respuesta objetiva, pero su dilema seguiría sin resolverse. De hecho, esta diversidad no contradice la posibilidad una respuesta objetiva: no se puede descartar sin más que la mayoría de las sociedades podrían haberse equivocado. Esta es una cuestión que deberá abordarse, puesto que la pregunta por la existencia de una moralidad objetiva es un tema constante dentro de la ética.
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(Traducido y adaptado por M. Paesani del artículo Ethics, de Peter Singer para la Encyclopaedia Britannica).